miércoles, 9 de marzo de 2011

16

Jamás me he planteado el hecho de que con 16 años uno pudiera sentirse viejo, pero hoy, al tener mis ojos tan cercanos a las dieciséis latentes llamas de mi tarta comprendí que es posible. Es posible sentirse viejo de alma, de corazón, viejo de pensamientos inagotables que emanan de una mente que ya no piensa igual que hace unos años, viejo de muchas cosas, pero al fin y al cabo, viejos de vida.
Lo que me ha llevado a pensar que quizás viejos no sea la palabra que busco, la palabra que  anhelo encontrar es simple y silenciosa a la vez que enrevesada y gritona. Esta palabra es EXPLORADORES. Exploradores de vida, tratando de encontrar lo bueno en la mermelada amarga (vaya antítesis!) que es la vida.
Y esta pequeña exploradora tiene que aceptar algo que es una verdad universal, ella sabe del mundo, lo que el mundo sabe de ella, nada.

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