sábado, 9 de octubre de 2010
Estoy en la esquina, de noche, bajo la farola, solo recibo órdenes hasta medianoche. Entonces voy a escabullirme desde detrás de mi casa, de mis padres y mi vida de todos los días. Digo que estuve en el mismo sitio de siempre con los chicos toda la noche. Ella actúa como si no supiera, dice que todo está bien pero el sabe que ella no le dice la verdad. Así seguí, en un sueño, no quería que nadie me abriese los ojos. Porque nada dura por siempre. Todo muere, finalmente seguí tapándome los ojos porque no quería ver. Así no es como ella pensó, que su vida iba a ser cuando se conocieron en el banco de una calle, y un futuro juntos era todo lo que él pudo ver. Le dije una y otra vez que siempre iba a estar ahí. Ahí fue cuando ella lloró. Así que seguimos igual. Se saca su su sonrisa y le dice otra mentira. Él solo se lo creyó por un minuto y no pregunté por que. Ella no quiere llorar. Y yo estoy saliendo por la puerta y a una nueva vida por conseguir. Ya tengo planes para llegar a la cima y romper el destino para poder estar juntos. Nada llegó a donde debía. Ese día empezó a cambiar todo. Él estuvo dando vueltas arrastrando su corazón por el piso. No necesité angustiarme. Pues ya era el final de la historia. Todo llegó a su final, a ella no le importaba la amistad que habíamos mantenido durante meses, todos los estaré ahí no los quiso coger. Un día se volvieron a encontrar, pero no era el mejor día. Ella ya estaba ocupada con alguien. Pero a él le llego la hora. Un hombre encapuchado intentó atracarles. Ella no quiso darles nada, y el encapuchado se dispuso a acabar con su vida. De repente se escuchó como la bala salía del arma. Él dejó todo el daño que le había hecho. Él la empujó. La bala impactó sobre el pecho de él. Ella gritó, pues se había dado cuenta de que todo lo que le decía era cierto. Siempre estuvo ahí, como una sombra que solo salía en los peores momentos
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